domingo, 24 de abril de 2016

LA PUBLICIDAD Y LOS CUENTOS

Érase una vez...

(PROHIBIDO LEER ANTES DE VER EL VÍDEO)

un fastuoso palacio donde se celebra una fiesta por todo lo alto. Una banda de rock con una cantante trasnochada y un violín estridente amenizan la velada. Revuelo de faldas, corsés imposibles, caballeros de negro y mujeres exageradamente peinadas y maquilladas, tocados, enormes lámparas, infinidad de velas, canapés...
Y, de repente, aparece él en escena: pajarita deshecha, banderín color grana, barba recortada, repeinado. Camina lentamente rodeado de mujeres deseosas que le manosean. Él, arrogante; ellas, lividinosas y expectantes. Cuchichean los invitados, mientras de entre todos los presentes, sobresale ella, la más bella: sola, aburrida tal vez, frente a un gigantesco espejo. El apuesto príncipe parece mirarla mientras ella le sonríe ruborizada. Pero él no la mira a ella. Se mira a sí mismo mientras recoloca un mechón rebelde que escapa entre tanta gomina. La sonrisa de la bella se transforma en decepción. Las doce en el reloj. El collar que rodea el cuello de la dama se rompe repentinamente y empieza a caer al suelo una sinfonía de perlas desacompasada. El reloj salta en pedazos y la joven inicia la huida corriendo entre la multitud. Dos damas ridículas observan extrañadas la carrera. La joven sube precipitadamente la escalera, dejando atrás uno de sus zapatos plateados. Mientras, el vestido se va haciendo jirones, el pelo se va desmadejando, el maquillaje tizna su rostro de claoscuro y el corsé se desabrocha definitivamente. Hecha un desastre, busca refugio en el tocador de señoras. Se mira en el espejo y observa su destrucción. Las dos damas ridículas, extrañadas, la siguen.

Hasta aquí, podríamos afirmar claramente de qué cuento se trata. Seríamos capaces de adivinar, simplemente con las pistas que tenemos (apuesto príncipe, bella joven, zapato, las doce en el reloj y las dos hermanastras) que el vídeo recrea el cuento de La Cenicienta, a pesar de todos los elementos anacrónicos y distorsionadores que aparecen en escena. Sin embargo, el final reinventa el cuento completamente, o mejor dicho, reinventa la figura de la protagonista.

Sobre el tocador, la joven repara en un estuche. Lo abre y descubre en su interior (nada más y nada menos) que una plancha del pelo. La materialización de una idea se refleja en sus ojos a través del espejo. Se inicia el cambio: se alisa el pelo con la plancha, difumina con los dedos el negro que ensombrecía sus ojos y se viste con los adornos de una estatua que casualmente se encuentra en el tocador. En lo alto de la escalera, aparece en escena una mujer completamente renovada. Silencio. Los invitados fijan su mirada en lo alto, mientras ella desciende cada escalón sujetando con un dedo el zapato huérfano de su otro gemelo. Se siente perfecta, segura. De repente, el príncipe, que continúa rodeado de mujeres, acepta el otro zapato que le tiende una dama. El príncipe lo mira, la mira y todos se apartan. Decide acercarse a la dama que deja caer al suelo el zapato que sostiene, y que recogen apresuradamente las dos damas ridículas. El príncipe sonríe ante un acercamiento evidente, pero ella pasa de largo y se aleja. Las dos damas ridículas se acercan al príncipe con el otro zapato, mientras él las mira aterrotizado.


De entre todas las posibilidades, elegí este cuento no solo porque la puesta en escena me pareció increíble sino por el tratamiento que recibe el príncipe y cómo aparece retratada la protagonista: una mujer que, ante el rechazo o la ignorancia del apuesto príncipe, pierde por unos momentos los papeles, pero después se reinventa, aunque sea gracias a una plancha para el pelo. La nueva Cenicienta aparece metamorfoseada bajo la apariencia de una guerrera que se atreve a rechazar al joven ante las miradas atentas de los presentes. El final es algo descorazonador porque el anuncio se centra en una plancha de pelo, instrumento transformador y catártico, aunque no para aquellas mujeres que no tienen la necesidad de utilizar el producto publicitado.

Por cierto, aunque no he echado en falta al hada madrina, la calabaza y los ratoncitos, ¿qué ha sido de la madrastra? Sigo pensando que su presencia era necesaria en este vídeo.


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