viernes, 4 de noviembre de 2016

PLAN LECTOR


Siempre que los profesores proponemos libros de lectura "obligatoria" lo primero que preguntan nuestros alumnos es cuántas páginas tiene el libro. Me exaspera. Creo que hemos equivocado el rumbo, compañer@s. Nuestros alumnos no leen por nuestra culpa. Sí, aunque suene inculpatorio y cuestione, una vez más, nuestro trabajo como docentes. Pero es que no podemos pretender que a todos nuestros alumnos les guste el mismo tipo de libros. Yo odio, por ejemplo, los libros de ciencia ficción. Por nada del mundo se me ocurriría, ni en uno de los días más aburridos de mi vida, enfrascarme en una lectura sobre ovnis, cataclismos, virus radiactivos, experimentos varios... ¿Cómo podemos pretender, entonces, "obligar" a alguien a leer sobre un tema que ya de entrada lo que le provoca es no coger un libro jamás?

Para este curso propuse en mi departamento la posibilidad de ofrecer a los alumnos un "Plan de lecturas aconsejables". Este plan consistía en ofrecer a cada curso un listado de diez lecturas de temática variada (amor, aventuras, historias detectivescas, mitología, ciencia ficción, intriga...) y que fueran los propios alumnos los que eligieran, dependiendo de sus gustos, una lectura para cada evaluación. La idea fue bien recibida pero el plan no quedaba ahí. Tampoco creía entonces ni lo creo ahora que la lectura deba ser evaluada a través de una prueba escrita. Un examen no implica que el libro haya sido leído y menos que se haya disfrutado de la lectura. Por este motivo propuse que los alumnos llevaran a cabo después de cada una de las lecturas una exposición oral tomando como punto de partida las nuevas tecnologías. Quiero que mis alumnos lean, que disfruten con la lectura que han escogido, que alimenten su curiosidad, que sean creativos, críticos... 

Mi gozo en un pozo. Cuando propuse a los alumnos en qué iba a consistir el plan de lectura casi tengo que parapetarme detrás de la mesa. "Mejor hacer un examen", decía uno. "Eso es mucho trabajo", añadía otro. "Yo no lo hago porque me da mucha vergüenza salir ahí (señalando la pizarra) y que se rían de mí". "Yo no tengo ordenador", yo, yo, yo... ¡BASTA! Lo más curioso de todo esto es que la mayoría de las quejas surgieron en 4º de ESO mientras que los alumnos de 1º y 2º de ESO lo vieron como un cambio natural, algo nuevo por lo que sentían curiosidad e interés. 

Poco a poco, con mucha paciencia y esfuerzo, los alumnos van aflojando la soga con la que ciñeron mi cuello. Les he ofrecido mi ayuda: que no están solos, que yo les serviré de guía y apoyo, que cuando algo no se sabe siempre deben pedir ayuda. Además, vaticiné que el primer trabajo no saldría todo lo bien que quisieran, pero que practicando lograrían mejorar cada día. Les dije que mis primeras lentejas fueron un auténtico desastre, que la segunda vez que las cociné empezaron a parecerse en algo a las de mi madre, que la tercera vez que las cociné ya se podían oler y comer y que después de unos cuantos platos, mis lentejas son las mejores lentejas del mundo mundial.

El jefe de mi departamento  realizó dos presentaciones para que los alumnos tuvieran claros todos los pasos y los libros que se iban a proponer. Su apoyo y el de mis compañeros ha hecho que esto sea posible. No sé qué ocurrirá a partir de ahora. En breve saldremos de dudas. Si esto no funciona habrá que inventarse otras argucias, pero es importante que los jóvenes desarrollen la lectura expresiva, comprensiva y crítica.


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